Pedro Luis Angosto |
La
derecha arrasa Europa
El 15 de diciembre de 1995 –cuando se
comenzaba a atisbar la salida de la anterior crisis- los países miembros de la
Unión Europea decidieron en Madrid la creación de una moneda única que se
implantaría definitivamente a principios de enero de 2001, aunque luego se
postergaría hasta el mismo mes del año siguiente. Se creía entonces –todavía
los mercaderes no habían tomado del todo el templo- que era un tiempo prudente
para que las economías de los distintos países se adecuasen a la nueva
situación. A primera vista aquella determinación tenía cierta, aunque
simplista, lógica historicista, si el Zollverein, o unión aduanera, sirvió en
1834 como base para la unificación alemana, del mismo modo el Euro y la libre
circulación de personas y mercancías llevaría a la unión política y económica
de Europa. Sin embargo, los estragos causados en el mundo por las políticas
antisociales y antipersona que pusieron en marcha Tacher y Reagan habían
comenzado a sentirse en este lado del Atlántico y el más que probable bien intencionado
plan de unificación europea saltó por los aires al mismo tiempo que la propia
Unión y los países que la integraban fueron aceptando como mandato divino las
teorías creadas por los economistas de la Escuela de Viena y propagadas por
Milton Friedman y sus esbirros de Chicago, teorías que básicamente se podían
resumir en esto: “Me importa un bledo lo que le pase a mi hermano, yo
estoy aquí para explotar más y mejor, dónde menos cueste, para enriquecerme no
sólo a costa de usted y de su inteligencia sino de la subsistencia del
planeta que nos sustenta: Después de mí, el diluvio”.
Con el Reino Unido como Caballo de Troya
consentido en el seno de Europa, ninguna política de unificación podía tener
éxito. El Zollverein no sólo fue una unión aduanera en torno a Prusia sino que
al mismo tiempo que se abrían aduanas interiores se iban creando órganos de
poder político. No sucedió así después de 1996 en Europa, el Reino Unido ponía
pegas a cualquier iniciativa que tocase –según ellos- su inmarcesible soberanía
imperial. Detrás de ellos, estaba Estados Unidos y una Alemania que ya no
pensaba en plural y que creía de nuevo en su grandeza infinita tras la
reunificación. La voladura de Yugoslavia fue la antesala de la de Europa, que
se haría en varios frentes al saber que el peligro soviético había desaparecido
y que los trabajadores europeos –desclasados a conciencia- se creían ya hijos
de “la polla roja”: El primero mediante la ampliación sin límites de los países
miembros de la Unión cuando a ésta todavía no le habían cambiado los pañales;
el segundo, postergando hasta el infinito cualquier decisión que implicase
cesión de soberanía política, y el tercero y principal, entregando el poder
económico de de la Unión a un grupo de funcionarios ultraliberales de bajísimo
perfil intelectual y humano dispuestos a obedecer la voz de su amo a cambio de
prebendas sin fin y de convertir un proyecto necesario en algo que repudia la
razón y el buen sentido: La Europa de los mercaderes.
Europa se fue derechizando y, consecuentemente, renacionalizando, cuando no surgía un líder nazi en Austria, surgía en Suecia, Francia, Dinamarca, Holanda o España, maestra europea en la materia tras cuarenta años de brutal dictadura no condenada jamás por quienes hoy detentan el poder. Ni a Estados Unidos, país que vive de la guerra, elige cada cuatro años entre un presidente de derechas y otro más de derechas y en el que mandan sin ningún tapujo las grandes corporaciones, ni a los trogloditas de este pequeño continente interesaba en absoluto una verdadera unión política de Europa que hubiese podido competir con el “amigo” americano y exportar al mundo un modelo político basado en el respeto a la voluntad popular, el sometimiento de todos, absolutamente todos a la Ley y los derechos del hombre. Todo lo contrario. La derecha tiene mucha más experiencia en el poder, no obstante gobierna Europa desde que cayó el Imperio romano y la Iglesia montó la oscuridad, una oscuridad sólo rota en los breves periodos en que el pueblo se empeñó en hacer brillar el sol a costa de la vida de sus mejores hombres. La derecha sabe que el miedo guarda la viña y que no hay mejor unión que la desunión, que dividir a los que están abajo hasta que cada cual crea que quien habita en el piso de al lado no es su hermano, sino el enemigo a batir.
Europa se fue derechizando y, consecuentemente, renacionalizando, cuando no surgía un líder nazi en Austria, surgía en Suecia, Francia, Dinamarca, Holanda o España, maestra europea en la materia tras cuarenta años de brutal dictadura no condenada jamás por quienes hoy detentan el poder. Ni a Estados Unidos, país que vive de la guerra, elige cada cuatro años entre un presidente de derechas y otro más de derechas y en el que mandan sin ningún tapujo las grandes corporaciones, ni a los trogloditas de este pequeño continente interesaba en absoluto una verdadera unión política de Europa que hubiese podido competir con el “amigo” americano y exportar al mundo un modelo político basado en el respeto a la voluntad popular, el sometimiento de todos, absolutamente todos a la Ley y los derechos del hombre. Todo lo contrario. La derecha tiene mucha más experiencia en el poder, no obstante gobierna Europa desde que cayó el Imperio romano y la Iglesia montó la oscuridad, una oscuridad sólo rota en los breves periodos en que el pueblo se empeñó en hacer brillar el sol a costa de la vida de sus mejores hombres. La derecha sabe que el miedo guarda la viña y que no hay mejor unión que la desunión, que dividir a los que están abajo hasta que cada cual crea que quien habita en el piso de al lado no es su hermano, sino el enemigo a batir.
No lo hicieron bien, ni mucho menos, los
partidos de izquierda con posibilidad de gobernar. Abducidos por las corrientes
económicas medievales que venían de Estados Unidos, se dejaron llevar por la
corriente creyendo también que el crecimiento económico basado en la economía
especulativa y la libre circulación mundial de capitales sería eterno y podrían
utilizar las rentas derivadas para llevar a cabo determinadas políticas
sociales. Entre tanto, tras una campaña mediática sin precedentes en prensa,
cine, publicidad, series y demás, la población había asumido que el Estado era
malo, que pagar impuestos era peor, que los negociantes sin escrúpulos lo
hacían mejor que los políticos, que “ándeme yo caliente, y ríase la gente”.
Nadie dijo nada cuando comenzaron a desaparecer empresas de nuestros pueblos y
ciudades, nada cuando vieron los campos yermos, nada cuando ni las personas más
preparadas ni los braceros tenían oportunidad alguna para poder emanciparse y
llevar una vida digna. Fueron los funcionarios de ultraderecha de la UE,
formados en las mejores universidades del Reino Unido y Estados Unidos, quienes
dijeron que eso era muy bueno, que se abrían mercados, que aquí viviríamos de
los servicios. Sí, ¿de qué servicios, de los de caballeras o los de caballeros?
¡¡Por favor!!
La derecha europea, que ha gobernado
Europa durante los últimos lustros casi en régimen monopolístico, se llevó la
producción a donde más barato era producir, a donde no existían derechos ni
cargas económicas de ningún tipo. Mientras, en la Unión todos los pasos se
daban hacia atrás. La crisis de 2008 fue la crónica de una muerte anunciada,
pues en su caminar incivil, los gobernantes europeos se habían olvidado de
cualquier principio noble de los que atesora Europa y habían buscado otros en
la costa Este norteamericana y en el baúl dónde se guardan los horrores de su
historia. Sobraban todos los derechos conquistados durante los últimos dos
siglos, sobraba la legislación social, el trabajo digno, el pueblo educado, la
Justicia, todo aquello que nos diferenciase del modo de producción oriental o
que impidiese a especuladores y financieros sacar el máximo rendimiento a sus
beneficios. Todos, hasta el más tonto de la clase, sabían que la burbuja
inmobiliaria, la desregulación financiera, la deslocalización y la desunión
política premeditada de Europa estaban en la raíz de la crisis que está
acabando con nosotros. Pero nadie, ni el pueblo soberano adomercido, mandó
parar y los mismos que provocaron la crisis con su simpleza asesina, son los
encargados ahora de sacarnos de ella con las mismas recetas que nos llevaron a
ella y nos llevarán, de no mediar respuesta inmediata, a la decadencia
perpetua. Ellos, los burócratas neocon al servicio de la derecha troglodita que
controla la economía mundial, decidieron, sin contar con nadie, que la única
forma de salir de la crisis era arruinar a los Estados para crear una nueva
burbuja privatizando todos y cada uno de los servicios públicos; ellos, con
Cámeron, Merkel y Sarkozy a la cabeza, con Rajoy, Monti y otros cuantos de
mamporreros, quienes se opusieron y oponen a encarcelar a los responsables de
este atraco global, a la creación de una Federación Europea, a los
bonos europeos, a la creación de un verdadero Banco Central y de un Gobierno
europeo. Ellos, la derecha europea en el poder, quien han elegido el camino de
la pobreza general al poner toda la economía del continente al servicio de la
bran banca y los grandes especuladores que trajeron estos tiempos aciagos;
ellos quienes han suplantado la democracia por la oligogracia o dictadura de
los mercados.
La actual Unión Europea, agoniza. Es
menester darle la puntilla y desde sus cenizas crear una verdadera Europa en la
que los mercaderes y especuladores sin escrúpulos sepan que la Ley Democrática
está muy por encima de ellos; en la que todo el mundo sepa que los derechos del
Hombre son intocables; en la que la política sea el más sagrado de los oficios
porque en ella sólo tengan cabida servidores del pueblo sin ambiciones
personales de ningún tipo, una Europa, en fin, basada en la libertad, la
justicia y la cultura que durante siglos nació de ella muy a pesar de los
amantes de la oscuridad, el fuego y la superstición. Estamos a tiempo,
pongámonos ya a ello.
Tarsis Republicana ha publicado este
artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su
libertad para publicarlo en otras fuentes.
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