Sagrario Vera Gordo
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Autor: José
Antonio Jiménez Cubero
Sagrario Vera
Gordo, guerrillera contra Franco
No fue fácil la
breve existencia de Sagrario Vera Gordo. En los escasos veinticinco años que
duró su vida de desposeída, la única cara que conoció de aquella fue la que
representaban el hambre, el miedo, la angustia o la necesidad. Su rebeldía
fue un acto de liberación, tanto personal como familiar o colectiva, en tanto
en cuanto ello tiene de liberación de clase y condición social. La realidad
del tiempo, el lugar y las circunstancias donde transcurrieron sus días, nos
muestran con nitidez los siniestros perfiles del anguloso rostro del régimen
que gobernaba, por aquellos entonces, los destinos de este país.
Sagrario Vera Gordo
nació al mundo un 18 de septiembre de 1920. Lo hizo en el seno de una familia
sumamente humilde de rancheros-carboneros de la localidad extremeña de
Malcocinado. El padre se llamaba José Vera Parra y era bracero y carbonero de
profesión. Moriría joven, a comienzos de 1940, como consecuencia de la
«enfermedad de la guerra», esto es, poco después de salir de las cárceles
franquistas, donde estuvo interno desde la finalización de la contienda civil
en 1939, por haber servido en el ejército republicano. Su madre se llamaba
Fernanda Gordo Galindo y le apodaban «La Jabalina» y, al igual que su marido,
era natural de Malcocinado.
Junto a su madre y
sus hermanas Salvadora y Guaditoca, vagó Sagrario por las sierras de Sevilla
y Badajoz en el verano de 1936, formando parte de los miles de personas que
componían aquella columna de refugiados republicanos procedentes de Sevilla,
Huelva y Badajoz que, con posterioridad, los historiadores denominarían
Columna de los 8.000. Cuando las tropas del capitán Buíza capturaron, en las
proximidades de la localidad extremeña de Reina, al grueso de los componentes
de dicha columna –la cual, conviene recordar, iba compuesta fundamentalmente
por ancianos, mujeres y niños– Fernanda Gordo fue una de las detenidas. Tras
recorrer el preceptivo periplo carcelario por varios establecimientos
penitenciarios del país, en 1939 salió en libertad condicional y pudo regresar
a Malcocinado junto a sus hijos.
Poco después, a
comienzos de 1940, tras el fallecimiento del padre, José Vera Parra, la
familia Vera Gordo se estableció, en varios chozos –como rancheros con
derecho a producir carbón– en uno de los sitios más abruptos, duros y
apartados del norte de la Sierra del Alta, dentro de las lindes de la finca
«La Valverda», que pertenecía al término municipal de Hornachuelos, en la
provincia de Córdoba, colindante con el de Malcocinado. De la dureza de las
condiciones en que se desarrollaba la vida de aquellas poblaciones locales
–algunas veces casi en régimen de trashumancia entre distintos términos
municipales siguiendo los ciclos del ganado o las labores agrícolas de
siembra y siega– de braceros, pastores, porqueros, rancheros y carboneros que
habitaban la comarca por esas fechas, no hace falta insistir a estas alturas
del siglo XXI. Baste recordar que hasta finales de la década de los cincuenta
del siglo pasado, en la comarca serrana donde confluyen las provincias de
Sevilla, Córdoba y Badajoz, enfermedades como el paludismo o el bocio no sólo
eran frecuentes sino que, además, estaban consideradas como endémicas. Todo
ello unido, claro está, al hambre, la explotación y la miseria a la que se
veían abocados sin remedio.
En aquellas
desoladas estribaciones de las lomas del Caballo y Valdeinfierno, tendría su
primer encuentro Sagrario con la guerrilla esa misma primavera de 1940, poco
después de que varios guerrilleros establecieran contacto con su hermano
mayor, Jesús, para que este actuara de enlace para ellos. Al poco, la familia
toda serviría de enlace y apoyo para la guerrilla, tanto de suministro
–alimentos– como de intendencia, –les lavaban y aseaban la ropa–. Algunas
veces también cenaban y pernoctaban en los mismos. De ahí surgió la relación
entre Sagrario y el Chato de Huelva. Durante un tiempo, además, la guerrilla
contó con información de primera mano sobre los movimientos de la Guardia
Civil –sobre todo de la fuerza del destacamento del Piconcillo, contiguo a
«La Valverda»– a través de las hermanas Sagrario y Salvadora Vera Gordo, que
trabajaban como cocineras y limpiadoras para la dotación de guardias de dicho
destacamento.
En noviembre de
1941, tras las detenciones de su madre y sus hermanos Jesús y Salvadora, se
incorporaría a la guerrilla junto a su novio, el Chato del Cerro. No serían
pocas las acciones en que tomó parte durante los cuatro años siguientes.
Vestida con un mono azul –cual miliciana–, tocada con boina y armada de una
pistola de calibre pequeño, bajo el nombre de guerra de «Paco», según la
describen varios testigos en diversos atestados de la Guardia Civil que obran
en las distintas causas judiciales donde estuvo incursa, participaría en un
buen número de acciones; si bien no siempre ni todo el tiempo estuvo en la
sierra, pues también llevó en distintos periodos algo parecido a una vida
normal, eso sí, en la clandestinidad.
Desde finales de
diciembre de 1943, tras salir su madre de prisión, Sagrario y ella marcharían
a Sevilla. Está documentado que, a partir de día 7 de enero de 1944, ambas
mujeres pasaron a residir en una habitación alquilada en el número 14 de la
calle Ardilla del barrio sevillano de Triana. En dicha habitación había
estado residiendo hasta su boda, en los primeros días del año, Miguela García
Romero, hermana del Chato de Huelva, que fue la que puso a ambas mujeres en
contacto con la casera del inmueble. Aprovechando el viaje de novios de la
hermana del Chato, Rosario y su madre pasarían un par de meses residiendo en
una vivienda del número 12 de la calle Pizarro de Córdoba, al amparo de
Leonor Atahona, hermana del guerrillero del mismo nombre más conocido por su
alias de «Turronero». A dicho domicilio era enviada la correspondencia que
las mujeres de la familia Ganazo recibían de la guerrilla en Cazalla.
A finales de marzo
regresarían madre e hija, otra vez, a la habitación de la calle Ardilla, en
Triana, donde permanecerían hasta que a principios de julio de ese mismo año
Sagrario se incorporó de nuevo «a la sierra» junto a su compañero, de cuyo
lado ya no se movería hasta su muerte. El 8 de junio de 1945, en las
inmediaciones de una fuente que hacía las veces de estafeta, en el lugar
conocido como Barranco de Agua Agria, dentro del término de la aldea onubense
de Valdelamusa, perteneciente al municipio de Almonaster la Real, fue abatida
junto al Chato de Huelva por fuerzas de la Guardia Civil.
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13 dic 2013
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